Trámite

Había salido del micro sin distracciones y se dirigía presto a la entrada. Los negocios de la terminal, ahora de noche, estaban cerrados, y el ambiente general era de un trámite generalizado. A excepción de algún que otro recibimiento efusivo y dicharachero, todos parecían querer llegar a algún lugar prontamente. Él también.

Venía de un día cansador. De volver a ver a unos cuantos amigos; de visitar el lugar en el que en otro tiempo acostumbró vivir; de almorzar con esa chica que le ocupaba la cabeza… Pero también venía de lidiar con profesores de salidas surrealistas, que tomaban exámenes cuando querían y cómo querían; y de lidiar con el calor. Verdaderamente había sido un error llevar jean y zapatillas. A pesar de alguna aplicación de desodorante por aquí y por allá, él sabía que no tenía buen olor. Lo podía constatar al caminar.

A los diez metros de entrar por la puerta de los andenes, tuvo un fugaz cruce de miradas con una chica que levantaba un bolso. Él no se inmutó. Al menos por fuera. Y siguió caminando, ahora con ella a unos pasos por detrás suyo. Eran dos miembros más de la silenciosa procesión que abandonaba la terminal. De reojo le pareció que ella caminaba acercándose hacia él. La inocencia hizo que él la imitase. Sólo por si esto fuera alguna clase de señal.


Pero ella le pasó por al lado sin más. Él no se inmutó. Ya detrás, pudo ver que llevaba un bolso de mano aparentemente pesado.  Pensó que, si hubiera sido más rápido, debería haberle ofrecido ayuda con el mismo cuando la vio levantarlo. Pero el pensamiento se le voló cuando llegó a la salida, y lo reemplazó la necesidad de coger un taxi. Arrancaban más rápido de lo que se acercaban a la entrada, así que tuvo que caminar unos metros para entrar al siguiente en la cola.

El taxista, un flaco pelado, saludó, aceleró, y puteó bien puteado a un remisero que se le atravesó y se puso en doble fila adelante suyo. Eran las dos de la mañana. Esperaba que no le llegue el mal olor. Con poca luz, él pasajero pensó que no sería raro que el taxista fuese bostero.

Doblando la esquina, yendo a buena velocidad, se fueron acercando a otro taxi. Se adivinaba un viaje sin charla. Tramitoso, como el aire de la terminal. Él no renegó de eso. A decir verdad, a esa hora, así lo prefería. Al alcanzar al otro taxi, hete aquí quién viajaba en él: la chica de la terminal. La mirada del pasajero no se despegó de ella. Pero esta vez, no hubo cruce fugáz de ojos. Él, no se inmutó.

Tres o cuatro cuadras de noche más tarde, un par de chicas se ofrecían en una esquina. En la esquina opuesta, otra  se mostraba casi como dios la trajo al mundo. Vaya ironía, pensó el pasajero, mientras sospechaba que eran todas travestis. El taxista observó profusamente a otra de ellas, y el pasajero aprovechó para también hacerlo, ahora desvergonzadamente.

- ¡Qué cantidá! Cada vez más hay.- se sorprendió el taxista- A mí me cuesta entenderlo porque soy heterosexual.

-‘ora, ¿son más o están más al centro?- trató de dilucidar el pasajero, temeroso de un discurso homofóbico y retrógrado.

-Y…están más al centro.-dijo cuando pasaban a otras dos- A mí no deja de sorprenderme. Pero debe de ser porque hay mucho consumo.

El pasajero, a pesar de saber que se metía en un tema espinoso, quiso entender el pensamiento del taxista.

-Pero qué te sorprende más- la diferencia de edad, con tan poca luz, le pareció lo suficientemente poca como para tutearlo- ¿Qué haya cada vez más oferta, o que sean en su mayoría travestis? Porque eso es algo que me llama la atención. Casi que no veo mujeres. Son siempre travestis.

La maniobra del pasajero fue rápida, y con esa auto contestación, trató de no ahondar demasiado en  el pensamiento del taxista, y en cambio enfocarse en el por qué de la proporción de mujeres y de travestis entre la oferta sexual callejera.

-Bue, tampoco se ven tantos hombres.- pensó en voz alta el pasajero, para, inmediatamente, volverse a contestar la disyuntiva- Bah, aunque eso es un poco más esperable.

-Sí, es verdad. Casi que no hay hombres. Pero he visto uno hace poco. Bien arreglado, musculoso, con un sobretodo…

-Como que no estaba en la esquina esperando el colectivo.

-Claro.- la conversación pareció pronta a acabar- …también, esto es porque cada vez la homosexualidad está siendo considerada algo natural, como se considera a la heterosexualidad.

El pasajero se sorprendió de la reflexión del taxista. Rápido para leer entre líneas, y obsesivo, entre otras cosas, con la semántica, percibió trazas de reflexión legítima en lo que acababa de decir el conductor.

Generalmente, luego de oír que la homosexualidad era algo “ahora considerado como natural”, venía “como hombre y mujer” o “como la heterosexualidad”. Pero se filtraron las palabras “se considera” en el discurso del taxista. Como se considera a la heterosexualidad. Eso implicaba que, en cierta medida, el taxista pensaba que la cuestión estaba en una consideración. En una forma de ver las cosas, más que en lo que son las cosas. Al menos de forma inconsciente el taxista pensaba.

-Antes no se sabía todo esto.

-Pero es que antes no se sabía. Pero existía- remarcó el pasajero.

-¡Ah, sí! Pero no se podía saber. Se escondía.

-Bueno…más o menos…

El pasajero hizo una pausa retórica, que el taxista no quiso interrumpir, permitiéndole abrir otro tema, tal vez más pasatista. Tal vez no.

-…viste Sarmiento…- ¡Sarmiento! Menos mal que pensó en un tópico pasatista…- justamente, que la semana pasada se cumplió doscientos años de su nacimiento. O de su muerte, no sé.

-Tenés razón. La semana pasada.

-Bueno, el año pasado me enteré…que…el tipo, en los viajes a Europa que hacía… Los viajes oficiales. Cuando pasaba la lista de gastos oficiales, incluía siempre varias orgías.

-No…

-Sí.

-¡jajajajaja!

-Y le daba duro y parejo. Entre los gastos oficiales, al lado de cenas con figuras, hotelería, vestuario, plata en pasajes… hay registros de varias orgías, y no pocas. Creo que era el principal gasto que tenía.

-Era fiestero el viejo.

-Ajá. Y estaba todo registrado porque eran fiestas pagadas con plata del Estado.

-¡Ahh! ¡Claro, era con plata del Estado! ¡Mirá vos, que cosa!

-Sí. Además… ¡era Sarmiento! No era…- el pasajero no quiso seguir abriendo más frentes, así que optó por no acusar de fiestero a otro prócer- … ¡era Sarmiento! ¡El padre del aula! ¡Jajajaja!

-¡Jaja!

Listo, ya faltaban pocas cuadras para llegar. Y el punto final de la conversación estaba a la vista. Restaba llegar nomás. El silencio del comienzo parecía haber vuelto, y no alcanzaban las cuadras para abrir otro tema.

-¡Lo que va a ser cuando se sepa las cosas que hizo Menem! ¡jajaja!- nst nst nst.  El taxista pensó que se podía abrir un tema más… … …MENEM.

Si hubiese un manual de temas a evitar a toda costa durante las charlas triviales, Menem tendría su propio apartado. Religión, sexo, política, plata y Menem.

-¡jajaja! – trató de sortear el pasajero- Si…en veinte o cincuenta años, cuando se sepa.- dijo, tratando de patear el tema hasta dentro de veinte o cincuenta años.

-Las que debe haber hecho.- el taxista también era hábil en el arte de la ambigüedad. El pasajero no supo si alegrarse o ponerse un poco más tenso.

-…igual…no creo que las de Menem estén registradas.- ¡OLE!

-Pero se van a saber. Se van a saber.- DOS CUADRAS.- Mis tíos lo conocieron a Menem.

-¿Si? ¿En persona?- UNA CUADRA Y MEDIA.

-Sí, estuvieron presos en…cuando…allá…cuando lo de Perón.- UNA CUADRA.

NOTA: Perón, militares y dictadura, más temas obligatoriamente excluidos de las charlas triviales….

-Ah…- MEDIA CUADRA-… … …Guau.- VEINTE METROS- Mirá vos… Acá es.

Lo logró. Se bajó. Entró y sobre la mesa había plata para pagar el taxi. Rápidamente, el pasajero calculó que el viaje de la terminal hasta su casa costó un 45% de lo que le valió el viaje de ciento ochenta kilómetros en micro.

-Gracias. Que tengas buenas noches.- se despidió el pasajero.

-Gracias a vos. Suerte.

Al entrar en la casa, calculó rápidamente lo que costaría el viaje en micro si se manejara con la tarifa de los taxis.

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